«El Cuerpo Amado: Reflexiones sobre la Danza según Martha Graham» Por Koncha Pinós

En su exploración de la danza y la expresión corporal, la icónica bailarina y coreógrafa Martha Graham (1894-1991) desafió convenciones y trascendió límites, infundiendo su arte con una pasión feroz y una devoción inquebrantable por el cuerpo humano. Hoy sabemos que esa exploracion era una increible experiencia sensoperceptiva desde la cual ella operaba

Graham describió su enfoque como una «libertad del cuerpo y un amor por el cuerpo», una afirmación sorprendente considerando la austeridad inicial de sus primeras obras, criticadas por su estilo angular y riguroso. Sin embargo, este «amor» por el cuerpo, según Graham, no era simplemente un afecto pasivo, sino una fuerza radical que desafiaba convenciones y revelaba la esencia misma del amor.

Durante las décadas de 1920 y 1930, Graham rechazó el concepto de «técnica» en favor de una aproximación más orgánica y personal. Su enfoque implicaba una conexión íntima con el cuerpo y sus ritmos naturales, entrenando a los bailarines para prestar atención a los movimientos fundamentales de la vida cotidiana: caminar, reír, respirar. Esta atención plena al movimiento no era solo una práctica física, sino un acto de amor hacia el propio cuerpo, honrando su singularidad y potencial.

Para Graham, esta atención plena producía patrones de movimiento esenciales, como la contracción y la liberación, que se convirtieron en la base de su técnica. Inspirada por la respiración y los ritmos vitales del cuerpo, Graham desarrolló imágenes cinéticas que encapsulaban estos movimientos fundamentales. Estos patrones, repetidos una y otra vez, se convirtieron en una fuente de energía y expresión para los bailarines, permitiéndoles canalizar su ser corporal completo en cada movimiento con potencia y precisión.

La confianza en el cuerpo y sus movimientos fue fundamental en la filosofía de Graham. Creía que cada acción humana influía en nuestra percepción del mundo y en cómo respondemos a él, y que los movimientos que hacemos se convierten en parte de nuestra identidad. Esta confianza no solo se reflejaba en la danza, sino también en la vida misma, donde cada movimiento era una expresión de nuestra conexión con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.

A través de la ejecución de sus coreografías, Graham buscaba despertar una experiencia visceral en el público, una experiencia de conexión profunda con el movimiento y la expresión del cuerpo humano. Más allá de la comprensión intelectual, quería que los espectadores sintieran la pasión y el poder del cuerpo en movimiento, experimentando una renovación de su propia conciencia sensorial y una apreciación más profunda por el potencial del cuerpo humano.

En última instancia, para Graham, bailar era amar el cuerpo en todas sus formas y expresiones, celebrando su capacidad para comunicar, expresar y conectar. Este amor por el cuerpo, arraigado en una atención plena y una confianza inquebrantable, se manifestaba en cada movimiento, cada gesto y cada coreografía, infundiendo la danza con una belleza y una verdad que trascendían las palabras. En el corazón de la danza de Martha Graham yace un profundo amor por el cuerpo humano, una fuerza que continúa inspirando y transformando a generaciones de artistas y espectadores en todo el mundo.

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