En el mundo contemporáneo, la comprensión de la mente está en constante evolución. Los enfoques tradicionales han sido desafiados por teorías innovadoras como el enactivismo, que proponen una visión más dinámica y holística de la cognición humana. Sin embargo, a pesar de sus avances, el enactivismo, al igual que otras corrientes contemporáneas, se enfrenta a importantes cuestionamientos, especialmente en relación con la naturaleza participativa de la mente y el papel fundamental del contexto. A lo largo de este artículo, exploraremos tanto el enactivismo y las Cuatro E de la mente, como una crítica fundamentada desde la perspectiva de la conciencia, un tema que ha sido abordado de manera esencial por filósofos como William James.
El Enactivismo y las Cuatro E de la Mente: Una Revisión
El enactivismo redefine la mente al plantear que no se trata de un proceso que ocurre exclusivamente en el cerebro, sino que es emergente de la interacción activa del organismo con su entorno. Según este enfoque, la cognición está íntimamente ligada al cuerpo y la acción, y se desarrolla a través de la experiencia directa con el mundo. Para comprender esta propuesta, el enactivismo se estructura en las Cuatro E de la mente:
Aunque estas propuestas ofrecen una perspectiva radicalmente nueva sobre cómo entendemos la mente, dejan de lado un aspecto crucial que no puede ser ignorado: la mente es participativa. No se limita solo a la interacción entre el organismo y el entorno, sino que está profundamente vinculada con las relaciones, la conciencia y la capacidad de percibir más allá de lo inmediato y lo material.
La Participación de la Mente: Más Allá del Enactivismo
Uno de los problemas que enfrenta el enactivismo, y otras teorías contemporáneas de la cognición, es que tienden a olvidar la dimensión participativa de la mente. La mente no solo actúa dentro de un ciclo interactivo de estímulos y respuestas, sino que está involucrada activamente en la creación y participación en realidades que van más allá de lo que el cuerpo y los sentidos perciben directamente. En este sentido, la cognición no es solo la reacción al entorno, sino también un proceso en el que el sujeto tiene un papel activo en la creación de significado, en la interpretación del mundo y en la exploración de diferentes posibilidades.
Aquí es donde el pensamiento de William James cobra una relevancia esencial. James, uno de los filósofos más influyentes en el estudio de la conciencia y la psicología, nos ofreció una visión radicalmente diferente a la de los enfoques materialistas modernos. En su famoso artículo de 1888 sobre «La Inmortalidad Humana», James introdujo la idea de que la conciencia podría no ser simplemente un subproducto de la actividad neuronal, sino un fenómeno que va más allá de la biología.
William James: La Conciencia como Receptora y el Rol del Cerebro
James, que jugó un papel fundamental en la psicología y la filosofía, no consideraba la conciencia como un mero proceso producto de la actividad de las neuronas y la bioquímica del cerebro. En lugar de eso, propuso una hipótesis revolucionaria que ha sido ignorada en gran medida por los científicos contemporáneos: el cerebro no es el productor de la conciencia, sino un receptor, un filtro, como una antena que capta fenómenos que están más allá de la percepción ordinaria.
En este contexto, James postuló que el cerebro podría tener una función permisiva en lugar de productiva. Según esta visión, la conciencia no depende exclusivamente de la actividad neuronal ni de los procesos bioquímicos del cerebro. En lugar de ser el lugar donde se origina el pensamiento, la emoción o la percepción, el cerebro podría ser simplemente el medio por el cual la conciencia se expresa y se organiza.
James estableció dos opciones para interpretar la función del cerebro: o bien el cerebro tiene una función productiva y genera la conciencia a partir de procesos bioquímicos, o tiene una función permisiva, como un receptor que filtra y organiza fenómenos más amplios, más allá de los límites de la experiencia sensorial inmediata. Esta es una visión que ha sido olvidada en gran medida por la mayoría de los científicos actuales, pero que ofrece una solución profunda a las preguntas sobre la conciencia y el origen del pensamiento.
El Cerebro como Receptor: Un Enfoque Crítico
Si aceptamos la propuesta de James, el cerebro no es el origen de la conciencia, sino un medio a través del cual las realidades más profundas y las percepciones más amplias se manifiestan. La conciencia, entonces, no está limitada a la actividad neuronal, sino que tiene una existencia independiente que puede ser percibida y experimentada de diferentes maneras. Este enfoque abre un campo nuevo de posibilidades para explorar la naturaleza humana, entendiendo al ser humano no solo como un ser que procesa estímulos, sino como un ser capaz de percibir otras realidades que van más allá de la lógica estricta y las limitaciones del cuerpo.
¿Qué significa esto para nuestra concepción de la mente? El ser humano no es simplemente un procesador de información, ni una máquina que responde a estímulos. Es, en todo su ser, un ser participativo, un sujeto activo que está en constante conexión con dimensiones más amplias de la realidad. Si el cerebro es solo un receptor, un filtro, entonces el conocimiento y la conciencia se expanden más allá de los confines del cuerpo y del entorno inmediato. La mente se convierte en un puente entre lo físico y lo espiritual, entre lo material y lo trascendental.
La Necesidad de Replantear la Mente
El enactivismo y las Cuatro E ofrecen un modelo útil para comprender la interacción de la mente con el cuerpo y el entorno. Sin embargo, al ignorar la dimensión participativa de la mente y la propuesta de que la conciencia pueda ser algo más que un subproducto de la actividad neuronal, estas teorías dejan de lado aspectos fundamentales de nuestra experiencia humana. La visión de William James, al rescatar la idea de que el cerebro podría ser un receptor de la conciencia, proporciona una vía para repensar profundamente qué significa ser humano, y cómo la mente participa activamente en la creación de realidad. Al integrar estas ideas, podemos desarrollar una visión más rica y compleja de la mente, reconociendo tanto su dimensión corpórea como su capacidad para percibir y participar en realidades más allá de lo físico.