Un día, cuando era pequeña, recuerdo haber estudiado el mapa de Asia en la escuela. Entre todos los países y continentes estudiados, fue China la que capturó mi atención de manera especial.
Al verla en el mapa, sentí como si algo dentro de mí me llamara con fuerza, como si hubiera una conexión inexplicable. Movida por la curiosidad, le pregunté a mi maestra a qué distancia estábamos de China. “A más de 8000 kilómetros”, fue su respuesta. “Es imposible para ti”, me dijo con una sonrisa, “sería más fácil que cavases un túnel para llegar allí”.
Aquella idea de cavar un túnel para llegar a China se quedó resonando en mi mente. Al regresar a casa, fui directamente al patio y comencé a cavar con determinación. Mi abuela, sorprendida, se acercó y me preguntó qué estaba haciendo. “Me voy de viaje”, le dije emocionada, “me voy a China. Voy a cavar un túnel y convertirme en exploradora”. Mi abuela, con una sonrisa llena de ternura, me regaló una hermosa caja adornada con dibujos de pequeñas bailarinas chinas.
Ese día marcó el inicio de mi sueño de convertirme en exploradora y llegar a China de alguna manera. Aunque nunca logré cavar el túnel físicamente, aquel impulso y la ilusión de explorar el mundo y descubrir lugares lejanos nunca se desvanecieron de mi corazón.
K.
Para leer…
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