El proceso de Validación

La validación es un proceso fundamental en la comunicación y el acompañamiento emocional que juega un papel crucial en las relaciones humanas, ya sea en el ámbito personal, profesional o terapéutico. Implica un acto de aceptación y reconocimiento de las experiencias, pensamientos, emociones y sentimientos de otra persona, independientemente de que estemos de acuerdo o no con ellos. Al validar a otro, no solo reconocemos su derecho a experimentar lo que está viviendo, sino que también promovemos un espacio seguro y respetuoso para que la otra persona se exprese sin temor a ser juzgada o rechazada.

El concepto de validación ha sido ampliamente explorado en la psicología, especialmente en los trabajos de la psicoterapeuta Marsha Linehan, quien introdujo la idea de la validación en el contexto de la Terapia Dialéctico Conductual (TDC) para ayudar a las personas a regular sus emociones y mejorar sus relaciones. Linehan enfatiza que validar no significa necesariamente estar de acuerdo con lo que la otra persona dice o siente, sino reconocer y aceptar que sus emociones tienen sentido desde su perspectiva. Este enfoque ha sido muy influyente en el tratamiento de trastornos emocionales y en la promoción del bienestar psicológico.

A continuación, profundizaremos en las fases fundamentales de la validación, describiendo cada una de ellas con ejemplos prácticos que ilustran cómo podemos ponerlas en acción en nuestras interacciones diarias. También exploraremos cómo la validación, cuando se lleva a cabo de manera efectiva, puede mejorar nuestras relaciones y fomentar un mayor bienestar emocional tanto para quien valida como para quien es validado.

1. Estar mentalmente presentes

El primer paso para ofrecer una validación genuina es estar completamente presentes en el momento. La presencia mental es fundamental porque nos permite realmente escuchar y conectar con lo que la otra persona está experimentando. Estar mentalmente presentes implica dedicar toda nuestra atención a la persona con la que estamos interactuando, sin distracciones internas (como pensamientos de preocupación o juicio) ni externas (como el uso del teléfono móvil o mirar alrededor).

Cuando estamos mentalmente presentes, nos centramos no solo en las palabras del otro, sino también en el tono de voz, los gestos y las expresiones faciales, que a menudo contienen información clave sobre lo que la persona está viviendo. Además, al estar presentes, evitamos nuestras propias respuestas automáticas o prejuicios, lo que nos permite dar un espacio genuino a la persona para expresar sus pensamientos y emociones sin que interfiera nuestra propia agenda.

Ejemplo práctico: Imagina que un amigo te está contando que está atravesando un momento difícil en su relación de pareja. Si tu mente está ocupada pensando en tus propios problemas o en cómo dar el consejo adecuado, no estarás realmente escuchando lo que está diciendo. Si, en cambio, te concentras plenamente en su historia, dejando de lado cualquier pensamiento distractor, tu presencia será percibida por él como un acto de apoyo, permitiéndole sentirse escuchado y comprendido.

Marsha Linehan, quien introduce la idea de la validación en la Terapia Dialéctico Conductual, también hace hincapié en la importancia de la atención plena como un componente central de la validación.

2. Ser capaces de enfocar la atención en el otro

Una vez que estamos mentalmente presentes, el siguiente paso es enfocar nuestra atención completamente en la otra persona. Esto significa poner de lado nuestras propias preocupaciones y deseos para dedicarnos por completo a la persona que tenemos frente a nosotros. Implica un acto de empatía activa, un esfuerzo consciente por comprender y conectar con lo que el otro está viviendo.

El acto de enfocar nuestra atención en el otro es más que escuchar sus palabras; se trata de estar realmente interesados en su experiencia, mostrando un interés genuino por comprender sus sentimientos, pensamientos y necesidades. Esto se puede lograr con gestos sencillos, como mantener el contacto visual, asentir con la cabeza o realizar preguntas abiertas que animen a la otra persona a seguir compartiendo.

Ejemplo práctico: Supongamos que una colega de trabajo te cuenta que está lidiando con una carga de trabajo abrumadora. En lugar de interrumpir para dar soluciones o hablar de tu propia experiencia, te enfocas en lo que ella está sintiendo. Puedes preguntar: «¿Cómo te afecta todo esto emocionalmente?» o simplemente escuchar en silencio para darle espacio a que se exprese sin prisas.

Carl Rogers, psicólogo humanista, enfatizó la importancia de la escucha activa y la empatía en sus teorías sobre la terapia centrada en la persona. Enfocar nuestra atención en el otro es una forma de crear un ambiente terapéutico de confianza y seguridad.

3. Abrir la atención a nuestras propias experiencias, aunque sean dolorosas (emociones, pensamientos, sensaciones, sentimientos)

Este paso requiere una honestidad emocional profunda. Para validar a otra persona de manera efectiva, debemos estar dispuestos a reconocer nuestras propias emociones y pensamientos, incluso si son incómodos. La validación genuina no solo implica estar presentes y enfocados en el otro, sino también en ser conscientes de nuestras propias reacciones internas ante lo que nos comparten.

Descripción ampliada: Abrir nuestra atención a nuestras propias emociones y pensamientos es esencial porque nos ayuda a responder desde un lugar auténtico. Si estamos tratando de ignorar nuestras propias reacciones emocionales (como la incomodidad ante el sufrimiento ajeno), puede que no seamos completamente efectivos en nuestra validación. Es importante permitirnos sentir lo que estamos sintiendo sin juzgarnos, y luego usar ese entendimiento para ofrecer una respuesta sincera.

Ejemplo práctico: Si un amigo te cuenta que ha perdido a un ser querido y, aunque te sientes triste y conmovido, decides validar su dolor sin bloquear tus propias emociones. Podrías reconocer tu tristeza y decir: «Escuchar lo que estás pasando me toca mucho; también siento tristeza por ti, pero estoy aquí para ti en todo momento».

Daniel Goleman, en su obra sobre la inteligencia emocional, enfatiza la importancia de la autoconciencia emocional en las interacciones interpersonales, como un paso esencial para ser empáticos y validar las emociones de los demás.

4. Responder con integridad desde nosotros mismos, sin mediación, asegurando que nuestras palabras, sentimientos y creencias sean congruentes

El último paso de la validación implica responder de manera honesta, directa y congruente. No se trata solo de escuchar y comprender, sino también de ser genuinos en nuestra respuesta. Las palabras, los sentimientos y las creencias deben ser consistentes entre sí, sin que medien artificios o intenciones ocultas. Esto implica una respuesta coherente y alineada con nuestro ser interno, que refleja tanto nuestra capacidad de empatizar como nuestra autenticidad.

Cuando respondemos con integridad, nuestras palabras no se ven como una mera estrategia para agradar o evitar el conflicto. Se basan en lo que realmente sentimos y creemos, lo que genera una mayor profundidad de conexión con la otra persona. Además, al ser congruentes en nuestra respuesta, demostramos que estamos siendo sinceros y no estamos tratando de manipular o evadir la situación.

Ejemplo práctico: Si un compañero te habla de un proyecto fallido, no dices algo como «No te preocupes, todo estará bien», si en realidad no crees que todo esté bien. En su lugar, podrías decir: «Entiendo que esto ha sido difícil para ti. Yo también me sentiría frustrado en tu lugar, pero estoy seguro de que aprenderemos algo importante de esto». Esto refleja una respuesta sincera, que combina empatía y autenticidad.

Marshall Rosenberg, en su enfoque de la Comunicación No Violenta, destaca la importancia de la autenticidad y la congruencia en la respuesta, ya que las palabras deben surgir de una comprensión profunda de nuestras necesidades y las de la otra persona.

La validación es un proceso poderoso que, cuando se realiza con conciencia y sinceridad, puede fortalecer profundamente nuestras relaciones interpersonales. Cada fase de la validación —estar mentalmente presentes, enfocar la atención en el otro, abrirnos a nuestras propias experiencias emocionales y responder con integridad— contribuye a crear un espacio donde el otro se siente escuchado, comprendido y respetado.

A través de la validación, no solo brindamos apoyo emocional a los demás, sino que también promovemos un ambiente de confianza y conexión auténtica. Esta habilidad es esencial para mejorar nuestras relaciones familiares, laborales, terapéuticas y sociales, y tiene un impacto significativo en el bienestar psicológico y emocional de quienes interactúan con nosotros.

La validación, como práctica continua, permite que las personas se sientan valiosas y comprendidas, lo que puede generar un profundo sentido de paz interior y cohesión social.

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