El Honor y el Deber de Enseñar: Reflexiones sobre Justicia Epistemológica Por Koncha Pinos

Enseñar es un acto profundamente transformador, no solo para los estudiantes, sino también para el docente. No se trata de satisfacer el ego personal, sino de enfrentar las grandes perplejidades de nuestra existencia. En nuestra labor, encontramos el desafío y el honor de guiar a otros a través de las incertidumbres, las injusticias y los dilemas más profundos de la humanidad. Siendo docente, no solo transmitimos conocimiento, sino que nos sumergimos en las realidades más complejas de la vida humana, reflejadas en emociones como el amor, el odio, la cólera, la mentira y la muerte.

Desde que empecé en la docencia, hace más de dos tercios de mi vida, me he dedicado a estudiar, reflexionar y actuar en el ámbito social. A lo largo de este tiempo, me he preguntado repetidamente: ¿cómo podemos enseñar la felicidad cuando gran parte del mundo sufre de injusticia, hambre y opresión? ¿Cómo puedo enseñar desde una posición privilegiada, mientras la mayoría de la humanidad lucha por sus derechos básicos y su libertad? Estas preguntas me han acompañado en mi reflexión filosófica y me han llevado a cuestionar el papel de la ciencia y la educación en la búsqueda de una justicia social y epistemológica.

Filosofía en Acción: Justicia Social y Epistemológica

En nuestra labor educativa, la filosofía debe ser vista no solo como un ejercicio intelectual, sino como una herramienta para la acción social. A menudo, pensamos que la filosofía puede ordenar nuestras dificultades, pero, ¿realmente puede la filosofía solo ordenar el caos emocional y social que experimentamos a diario? La filosofía no es un instrumento para imponer respuestas definitivas, sino una práctica de reflexión que nos permite comprender las estructuras que sustentan las injusticias. Y cuando hablamos de justicia, hablamos de más que un concepto abstracto; hablamos de transformaciones concretas que promuevan la equidad en todos los ámbitos de la sociedad.

La filosofía, cuando se entiende como un acto de reflexión activa y transformadora, tiene el poder de cuestionar las estructuras de poder que perpetúan las desigualdades. No se trata solo de comprender la realidad, sino de cambiarla. La justicia social no puede reducirse a la reflexión filosófica aislada; debe ir acompañada de acciones prácticas que enfrenten las condiciones que generan la opresión y el sufrimiento.

A través de los años, he aprendido que enseñar no es solo impartir conocimiento, sino también poner en cuestión los sistemas de conocimiento que perpetúan la exclusión. La justicia epistemológica, como la plantea Nancy Fraser, exige que reconozcamos las diversas formas de saber y que cuestionemos las estructuras y el poder imponen una visión única del mundo. La educación debe ser un acto de liberación, no solo de comprensión. El filósofo y el docente tienen la responsabilidad de iluminar las sombras que nos rodean, confrontando las injusticias con la intención de sanar y transformar. De meterse en las grietas sin miedo y de ellas extraer lo que esta oculto en nuestras sociedades.

El Bien y el Mal: Reflexiones con Philip Zimbardo

Recuerdo las profundas conversaciones que tuve con el psicólogo Philip Zimbardo, un referente en el estudio de la psicología social y el comportamiento humano. Zimbardo, conocido por el experimento de la prisión de Stanford, exploró cómo las personas, al verse colocadas en ciertos contextos, pueden cruzar la línea del bien al mal. El efecto Lucifer. Este análisis no solo profundizó mi comprensión sobre las dinámicas de poder, sino también sobre las razones detrás de las acciones humanas que suelen ser incomprendidas como meras «elecciones individuales».

Zimbardo enseñó que el mal no es solo producto de individuos malvados por naturaleza, sino que es una construcción social que emerge en condiciones particulares de deshumanización y poder. De este modo, las categorías de «bien» y «mal» no son absolutas ni fijas, sino que son el resultado de interacciones entre individuos y estructuras sociales. La enseñanza filosófica debe comprender este dinamismo y ayudar a los estudiantes a cuestionar las condiciones que favorecen la violencia y la opresión.

Sin embargo, debemos tener cuidado al presentar una visión simplista de la naturaleza humana. Las estructuras de poder no solo deben ser comprendidas, sino desafiadas. Enseñar sobre el bien y el mal implica mostrar cómo los sistemas de opresión afectan la psicología humana y cómo podemos cultivar la empatía y la justicia como medios para evitar la deshumanización. Como la ciencia y la tecnología son también usados por el mal, en una terapia de la perversión

El Amor, la Muerte, la Cólera y el Odio: Emociones Humanas sin elaborar ysu Impacto Social

Hoy, quiero centrarme en las emociones más universales que atraviesan nuestra existencia: el amor, la muerte, la cólera y el odio. Estas emociones son las que nos definen como seres humanos, pero también son las que nos enfrentan a nuestras mayores contradicciones y debilidades. El amor nos conecta, la muerte nos recuerda nuestra finitud, la cólera surge de las injusticias que vivimos y el odio brota de heridas no sanadas.

Como educadores y filósofos, no podemos ignorar estas emociones. Si enseñamos solo desde el intelecto, sin reconocer la importancia de estas realidades emocionales, estamos obviando una parte fundamental de la experiencia humana. Si en ciencia solo buscamos la evidencia empírica estamos restando importancia a la conciencia. La educación debe ser un espacio donde las emociones se comprendan, se analicen y, sobre todo, se transformen. Un espacio donde se comprenda que no somos solo emociones o pensamiento. No somos solo sensaciones o materia, somos conciencia.

La cólera y el odio, lejos de ser solo manifestaciones de mal carácter o de debilidad emocional, son respuestas a contextos de sufrimiento y opresión. En sociedades donde las injusticias son la norma, la cólera es una respuesta natural, pero también peligrosa. Si no aprendemos a transformar estas emociones, pueden convertirse en odio destructivo. La enseñanza debe ofrecer no solo herramientas intelectuales, sino también emocionales, para ayudar a los estudiantes a comprender de dónde vienen sus sentimientos y cómo pueden transformarlos.

La Justicia Social y Epistemológica: Un Llamado a la Acción

La justicia social y epistemológica no se alcanzan con reflexiones abstractas, sino con una acción constante, ética y comprometida. En lugar de simplemente transmitir información, debemos cultivar la conciencia crítica. Esto implica cuestionar las estructuras que perpetúan las desigualdades y promover el reconocimiento de las diferentes formas de saber que existen en el mundo. Cuestionar y cuestionarnos, es este el método apropiado, es necesario formular siempre hipótesis y preguntas, o podríamos llegar a la conciencia desde otros lugares menos dualistas.

La justicia epistemológica nos llama a reconocer que el conocimiento no es neutro, sino que está condicionado por contextos históricos, culturales y sociales. Como docentes y filósofos, nuestra tarea es desmantelar esas estructuras de conocimiento que privilegian ciertos saberes sobre otros, favoreciendo a unos y excluyendo a otros. Esto se debe hacer desde la reflexión filosófica, pero también desde la acción social.

La justicia social no es un concepto abstracto, sino un proceso continuo de reparación y transformación. Requiere que como educadores, no solo entendamos las dinámicas de opresión, sino que también estemos dispuestos a actuar para cambiar esas realidades. No basta con enseñar sobre el sufrimiento; debemos enseñarnos a vivir y actuar de manera que promovamos la equidad, la empatía y la liberación.

La enseñanza es, por encima de todo, un acto de amor. Un amor que no solo busca el bienestar individual, sino el bien común. Enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino acompañar a los estudiantes en su proceso de autocomprensión, transformación y acción. Un docente debe ser consciente de las realidades emocionales y sociales que afectan a sus estudiantes, reconociendo que la educación no es solo intelectual, sino también emocional y ética. La enseñanza es un acto profundo de conciencia, no es solo un acto de conocimiento, sino un compromiso con la justicia y la liberación de las opresiones que limitan nuestra humanidad.

Gracias Phil Zimbardo por las hermosas conversaciones.

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