La práctica del yoga puede alterar profundamente la experiencia vital. El estiramiento, la meditación y la respiración yógica implican que el cerebro libere ciertas sustancias calmantes, que desempeñan un efecto claro en el estado de ánimo posterior de una sesión.
Yoga citta vritti nirodha.
El yoga es el fin de las perturbaciones de la mente.
Si me buscas una mañana temprano cualquiera, alrededor de las siete de la mañana, es probable que me encuentres sobre mi esterilla, empapada en sudor. Sintiendo como mi corazón late con fuerza, observando mis emociones en Sarvangasana.
Nada es más satisfactorio que una sesión de yoga llena de movimiento. Puedes preferir una práctica intensa y sudorosa de vinyasa, o una práctica suave pero intencionada como viniyoga, o algo intermedio como hatha yoga que proporciona un resplandor inmenso cuando sintonizas movimiento y respiración. Cuando lo haces, tu mente detiene el obsesivo latido y comienzas a liberarte. Tu atención se centra en la respiración y no en el hacer, y te sientes mucho mejor.
La práctica del yoga ha pasado en el último cuarto de siglo en este país de una moda yuppie a una pieza de salud de cabecera, una receta de cualquier médico. La mayoría de los facultativos reconoce que mejora la salud, da flexibilidad a la mente y es excelente para sentirte feliz. Algunos alumnos me preguntan si no podría ser simplemente el ejercicio regular el fruto de la mejoría. Sin embargo, las investigaciones recientes en aplicaciones clínicas y neurobiología de los diferentes ejercicios parecen demostrar que el yoga tiene una ventaja sobre otros tipos de actividades aeróbicas, sobre todo en lo que hace referencia a la estabilidad emocional y bienestar.
Si tengo que recomendar la práctica de yoga desde el ámbito psicológico, diría que puede combatir la depresión y promover la estabilidad de un estado de ánimo calmo. Aunque para un neófito una serie de yoga puede parecer simplemente una serie de ejercicios aburridos de estiramientos, los estudiantes que perseveran se darán cuenta cómo al cabo de una o dos semanas empiezan a ganar control consciente de sus emociones. Se fortalece la paciencia, se traga uno el orgullo, haces lo mejor que puedes sin entender demasiado. Aprendes que la concentración, equilibrio y respiración van de la mano. Se pierde peso, y eso te hace sentirte más ligero… Aumenta tu tolerancia a la frustración y al malestar general -no hay nada como una pose difícil-. Así entrenas tus emociones de la vida real.
Una reciente investigación de Harvard demuestra que no hay diferencia significativa entre los resultados para el tratamiento del estrés entre meditar y hacer yoga o una terapia cognitivo-conductual. Así que en resumen, me parece que cuando hacemos yoga no sabemos muy bien lo que está pasando en nuestro cerebro.
Lo que sucede en el cerebro
La práctica regular del yoga libera en el tálamo cerebral una sustancia química llamada GABA, que es una especie de gran inhibidor del cerebro y desempeña una función capital en la supresión de la actividad neural. Medicamentos clásicos contra la ansiedad, como las benzodiacepinas, trabajan fomentando la liberación de GABA en el sistema nervioso central. El GABA aumenta en el cerebro de las personas que hacen yoga. El estudio comparó los niveles directos de GABA una hora antes y una hora después de la práctica, y apareció un aumento del 27 %. Por tanto el estiramiento, la meditación y la respiración yógica implican que el cerebro libere ciertas sustancias calmantes, que desempeñan un efecto claro en el estado de ánimo posterior de una sesión. Los detalles de esta investigación nos ayudan a reflexionar sobre cómo el GABA liberado regula la química tranquilizante del cerebro, ofreciendo menos ansiedad de cara a los estresores cotidianos.
No quisiera que nadie creyese que estoy alentando la práctica de yoga renunciando a otro tipo de tratamiento contra la ansiedad o la depresión. No hay estudios similares realizados con el taichi o cualquier otra técnica, por lo tanto sugiero seguir investigando.
Promesas cumplidas
En pocas palabras, el yoga puede alterar profundamente la experiencia vital. Hace miles de años el sabio Patanjali y el Buda prometieron que la meditación y el yoga podrían eliminar el sufrimiento causado por un espíritu perturbado. Enseñaron a sus alumnos a cultivar la atención focalizada, la compasión y la alegría. Creían que era posible cambiar las propias facultades mentales y los patrones emocionales que experimentan regularmente los estados meditativos. Y eran promesas fuertes.
La próxima vez que hagas yoga, concéntrate más allá del cuerpo y del objeto en el momento y en lo que está presente en ese momento. Imagínate a ti mismo como una montaña. Algunos pensamientos serán tormentosos, como truenos, relámpagos, y vientos. Otros, nubes oscuras y siniestras. Pero ten en cuenta que lo que cuenta es la “estabilidad”. Usa la respiración para centrarte en ese momento presente, y cultiva la capacidad de capear el temporal. Si te sientes arrastrado por un pensamiento o emoción, siéntelo y vuelve a la respiración. La clave es estar presente en ese constante momento, en ese cambio de pensar en lugar de dar más contenido y significado a tus pensamientos. En realidad tus pensamientos son solo ilusiones. No creas todo lo que piensas, y continua la práctica consciente de tus pensamientos, sentimientos y sensaciones.
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